jueves, febrero 21, 2008

Insomnio

Sueño. Me tiro en la cama pensando que con este estado físico caeré en seguida en la inconsciencia. Me acurruco en una esquina y empiezo a pensar, y de pronto me doy cuenta de que ha pasado un buen rato y no he dormido. Miro el reloj: es la 1 de la madrugada. Pienso que mañana voy a estar hecha unos zorros. Pienso también que me espera un día muy jodido, me tengo que levantar a las 7 (dios mío, quedan 6 horas) y que además voy a tener que quedarme en la facultad porque (para variar) tenemos unas prácticas estúpidas que no le interesan a nadie (al menos a nadie que se parezca a mí). Eso me recuerda que es el último cuatrimestre y que debería empezar a pensar qué es lo que quiero hacer con mi vida (horror), y es en ese momento cuando me doy cuenta de que, pase lo que pase, no quiero hacer nada que tenga que ver ni de lejos con la biología, y mucho menos si es biología molecular. Me pregunto qué me ha pasdo, yo antes no era así (en serio, me gustaba lo que hacía), ¿tendrá algo que ver este puto insomnio?
Doy una vuelta en la cama. Vuelvo a mirar el reloj. Ya son casi las 2 y tengo los ojos abiertos como platos. Doy golpecitos a la pared, quizás para volver a comprobar que estoy despierta. Demasiado tarde me doy cuenta de que tendría que haberle robado a mi padre una pastillita de Valium, de esas que guarda en el cajón. La verdad es que no quiero hacer de las pastillas mi forma de vida (¿pero... acaso estar así es vida?). La verdad es que ya es tontería preguntárselo, es otra puta noche sin dormir. Eso vuelve a recordarme que mañana voy a ser una piltrafa humana. En un momento dado decido levantarme y tomarme una infusión. Es un asco, porque se ha acabado la tila y la manzanilla. Sólo queda el poleo, cuyo sabor me repele un poco, y no sé ni siquiera si tiene algun efecto relajante, pero,quizás puede que sea más potente el efecto placebo sobre mí (es que necesito dormir ya...). Después de beberme el poleo de un trago y sin respirar (es que no lo soporto, oiga) vuelvo a la cama. En momentos como estos aborrezco hasta pensar en esa palabra: "cama".
Y milagrosamente, llega. Después de unas cuantas vueltas más, mi cuerpo se rinde a la inconsciencia (¿será el poleo?, ¿las ganas de dormirme?), no sabría decir en qué momento me dormí. Sin embargo, cuando suena el despertador es como si acabara de cerrar los ojos. Apreto el snooze (bendito snooze), pero esta vez no me consuela, porque sé que dentro de 9 minutos exactos, volverá a sonar y esta vez no habrá escusa que valga, si es que quiero hacer algo medianamente productivo con mi vida.

Y así seguimos, noche tras noche... Como dice Bunbury...


"No puedo dormir, con estas lágrimas goteando encima de mí"

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